Con protección

 

Con protección

  Salir con alguien – en plan romántico – siempre (me) ha sido una tarea un poco difícil de entender o incluso llevar a buen término, pero nunca pensé que podría ser peligrosa.

Recientemente una chica me invitó a salir a tomar una copa “un día de estos” y “sin compromiso”, pero no supe que me extrañó más, si la fecha tan imprecisa o lo que implica dicho compromiso.

¿Compromiso de qué o para qué? de pagar la cuenta? para que yo le invite una copa también? Supongo que hay cierta reciprocidad social implícita al aceptar una invitación así, ¿pero compromiso?

Por razones que todavía no me quedan muy claras (mentira, me quedan muy claras, es una chica muy guapa) accedí a salir con ella a tomar un trago y fuimos a un lugar en el centro de la ciudad que está de moda, que según ella:

– Es un lugar muy hipster, te va a encantar, ¡vas a ver que sí! –

– Está bien, yo en realidad me siento bien en casi cualquier lugar que no sea muy ruidoso, en el que se pueda platicar, incluso debatir sin tener que gritar, pero, en fin, confío en tu buen gusto – Le dije.

– ¿Tenemos que ir a media tarde porque se llena muy rápido, está bien a las 6:00 PM? – Más que preguntar, casi ordenó.

– Ya vas que chutas, me parece bien – Le contesté sin pensarlo mucho, bien pudo haber dicho las 4:00 e igual hubiera aceptado.

El clima de San Luis se ha vuelto muy uniforme en los últimos años – siempre está de la chingada – pero esa tarde resultó estar más que soportable, medio nublado, sin ese sol que reseca la piel como chicharrón.

El sitio es más bien austero, con buena ventilación, muebles rústicos y – tengo que admitirlo – un ambiente hipster bastante agradable, sin muchas pretensiones y con suficiente alcohol como para desinhibir al más estirado. Apenas crucé el umbral de la entrada quedé un poco desorientado por la falta de iluminación en el lugar.

– Holis corazón ! – me habló una sombra desde la esquina del lugar.

– Hola, ¿cómo estás? – contesté sin estar completamente seguro si era ella o alguien más.

– Ven, siéntate aquí conmigo, ándale no muerdo… – estaba claro que notó mi indecisión.

– No es eso, es que casi no veo, está un poco oscuro aquí –

– ¿A pues tanto mejor no? – me reviró de inmediato con lo que adiviné fue una sonrisa coqueta.

– No si quieres leer un libro… – atiné a decir al mismo tiempo que me di cuenta de lo estúpido de mi comentario.

– Hmmm, supongo que tienes razón, ¿pero no venimos a leer verdad? –

– Ah no claro, tienes razón –

– Me tomé la libertad de pedirte un mezcal, estoy segura que te va a gustar – me dijo con mucha seguridad.

– Está bien, siempre y cuando no te tomes mi mezcal –

– Ja ja ja ja , nombre ¿cómo crees ? – rio con ganas.

El humor siempre me ha resultado un excelente instrumento de comunicación, ayuda mucho a vencer las barreras que usualmente levantamos para proteger nuestra intimidad, nuestras ideas personales y este es un caso así, pero creo que se me pasó la mano.

– ¿De dónde sacas tantas ideas tan raras? preguntó con interés.

– No sé, digo... ¿de dónde sacan los magos las palomas? Es sólo un truco… – le dije con cierta precaución.

– ¿O sea que es una habilidad estudiada, practicada? –

– Por supuesto, es como casi cualquier otra actividad, quizá la única diferencia es que en el humor se trata de decir lo más ridículo de la forma más inteligente posible –

– Qué interesante, ¿dónde leíste eso? –

– En ningún lado, o bueno, quizá sí, no lo sé, pero eso es lo que creo… –

– ¿Y tiene alguna finalidad específica? –

– Por supuesto, se trata de pasarla bien, de ver las cosas con otra perspectiva, ¿por qué crees que los músicos y los cómicos son tan queridos? –

– Tienes razón, y tú... ¿quieres pasarla bien conmigo? – me preguntó sonriendo sugestivamente tomando mi mano sobre la mesa.

– Eh, pues sí… digo, ¿nos la estamos pasando bien no? – dije un tanto extrañado, su actitud estaba cambiando un poco, no atiné a entender cómo, pero estaba cambiando.

– Pues déjame darte algo para que te la pases aún mejor… – se acercó y me besó, primero con delicadeza, sólo rozando mis labios, venciendo mi inicial pero breve resistencia y después con deleite, como si ya me conociera.

No podía creer lo que estaba pasando, ¿era el mezcal lo que provocó todo esto o el mezcal es sólo el pretexto para hacer lo que hizo? El ambiente cambió radicalmente, ya no era el mismo lugar ni la música, al llegar se escuchaban canciones de Oscar Chávez y ahora de Joaquín Sabina, después de 5 mezcales es difícil saber, pero la música no era lo misma que cuando llegué. Lo que al inicio era un lugar casi a oscuras ahora era un lugar de luz tenue, sensual, ¿otra vez, es el mezcal?

– ¿Qué tienes corazón, no te gusto? ¿Eres tímido? –

– No, más bien soy miedoso, pero sí, sí me gustó, es decir, sí me gustas…–

– Esta bien, pero no quiero incomodarte, ¿quieres que vayamos a otro lugar, mi departamento…? –

– Me parece bien, sí, vamos – contesté sin dudar, pero sin saber en lo que me estaba metiendo, pronto lo iba a averiguar.

– Sólo deja voy al baño y nos vamos, ¿sale?

– OK, no te preocupes, tómate tu tiempo –

Aproveché para pagar la cuenta, no quise quedarme con ningún “compromiso”, además, la perspectiva de lo que yo imaginaba iba a suceder, sobrepasaba con mucho cualquier cuenta de unos tragos.

Ella tenía su coche estacionado a unos pasos del lugar y me invitó a subir.

Quise evitar que ella condujera, pero me paró en seco:

– Oh, ni se te ocurra, yo manejo, si con un beso te pones así de nervioso, no quiero ver cómo te pondrías manejando y yo haciéndote travesuras –

– En eso tienes toda la razón, mejor maneja tú –

Una vez en el carro, ya de camino a su departamento, hubo un silencio incómodo, casi de película de suspenso, yo no sabía qué decir o que tema abordar para romper el silencio, siempre me ha costado trabajo retomar el hilo de una conversación una vez que cambio de lugar, de ambiente, de ritmo.

Fue entonces que volteé a verla y me pareció aún más bella de lo que parecía en el bar, su cabello brillaba con las luces de los autos al pasar, entonces noté un fulgor extraño al lado de su pierna, ¿era una pistola? ¿En serio? ¿Una pistola? Ella notó mi nerviosismo y me dijo:

– Tranquilo, es sólo para protegerme, en estos tiempos es peligroso andar así nada más

– Supongo que tienes razón – asentí aún más nervioso.

– Pero bien, ya llegamos, vamos a mi depa – me indicó con cierta premura.

– Claro, vamos – contesté poco convencido.

Al bajar del carro me abrazó con fuerza y me besó con gran intensidad, como si estuviera desesperada por algo, supongo que no la habían besado en mucho tiempo y fue entonces que me dijo al oído algo que jamás olvidaré:

– ¿Traes protección, corazón? quiero estar contigo… –

Ya no pude contestar, estaba claro que no traía protección, yo no uso pistola, jamás lo he hecho, hace mucho tiempo que ni navaja tengo, me la quitaron en el maldito aeropuerto en un viaje reciente. ¿Qué significaba eso? ¿Que había alguien en su departamento? ¿El barrio donde vive es muy peligroso? ¿Y por qué me dijo que quiere estar conmigo si ya estaba conmigo?

No me da vergüenza aceptarlo, salí corriendo de ahí, en estos tiempos en estas cuestiones de salir con alguien en plan romántico, es muy peligroso.

 

Comentarios

Etiquetas

Seguidores

Entradas populares